Un acontecimiento de libertad

Palabra entre nosotros
Luigi Giussani

Algunas preguntas a don Giussani, Rimini, 8 de diciembre de 2000. Ejercicios del CLU

Crece en muchos - incluso en medio de contradicciones y de las mayores dificultades - la percepción de una profundidad insondable, de una raíz de la persona misteriosa e inextirpable, y la exigencia cada vez más viva de descubrir su naturaleza. ¿Por qué el hombre «tan alto siente»? ¿Qué le hace ser tan grande, el más grande entre todo lo creado? ¿Qué hay en él, y sólo en él, que grita a través de todo lo que experimenta?
El Salmo 8 expresa lo que es el ser humano y lo que puede experimentar. El Salmo 8 contiene la respuesta. «¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo del hombre para de él te cuides? Y sin embargo, lo hiciste poco inferior a ti». Esta grandeza no nace de la fuerza del hombre, de su exuberancia. Iodo lo contrario. El hombre parece nada.
Y sin embargo, «lo hiciste poco inferior a ti»: es auto- conciencia del cosmos. El salmo describe el dominio que el hombre tiene sobre la naturaleza («Le diste poder sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies»), describe la grandeza del hombre que se expresa en el dominio sobre la naturaleza a través de la ciencia. La naturaleza pasa de las manos de Dios a las manos del hombre. Esto explica por qué la Iglesia nunca ha dejado de reconocer el valor de la ciencia. La Iglesia interviene cuando para expresar estas cosas se excluye al Misterio.

¿Por qué el reconocimiento y el sentimiento de esta grandeza surgen con tanta dificultad en nuestra sociedad? ¿Por qué se introduce en la persona una medida pequeña y mez-quina?
Por el pecado original. Es su consecuencia más visible. El pecado original es negar que Dios es todo en todo. Y todos los pecados del hombre, que derivan de ese, son la pretensión de sustituir a Dios: la ciencia y la posibilidad infinita del hombre de avanzar en los descubrimientos que se convierten en pretensión de eliminar a Dios. Esta presunción blasfema encuentra en el poder su capacidad de penetrar por osmosis en todos los hombres. Por eso el uso del poder científico o del conocimiento tiende a identificarse con el poder político. ¡Fijáos en los periódicos! ¡Es evidente! El poder, sobre todo el económico, es la abolición de todos los dioses, excepto de uno en su triple versión: usura, lujuria y poder, como dice Eliot.

¿Qué puede renovar la conciencia del hombre? ¿Cómo renace su capacidad de adherirse al destino, su libertad?
Ningún avance de la ciencia y del poder humano podrá decir jamás: «hemos llegado a saberlo todo, a tener poder sobre todo lo que atañe al hombre» - por eso un hombre que no se abre a la relación con Dios en última instancia no interesa Cuanto más se pretende lo contrario, cuanto más se pretende organizar la vida sin Dios, más se destruyen el equilibrio y la paz del hombre. Todas las guerras son el resultado de la sed de poder. También entre el hombre y la mujer la violencia está siempre al acecho, porqué prevalece la «usura», porque la convivencia humana se basa en el poder de usar al otro sin condiciones y esto es una mentira.

Hace poco has afirmado que tenemos que fijar la atención sobre la única cuestión importante: el Acontecimiento. En el Equipe del CLU de 1998, apelando la libertad de cada uno, nos hiciste la siguiente invitación: «Realizad vosotros esa dinámica en la que nos hemos adentrado durante años y que es la principal razón de nuestra amistad: la plenitud del corazón, la realización de las exigencias del corazón». ¿A qué experiencia de libertad nos llama el Acontecimiento?
A la sencillez del corazón, a ser como niños. Nos llama a la fidelidad al Acontecimiento: quedar impresionados por iota presencia. Todo lo que está en contra es un prejuicio. Vivir con prejuicios y dudas, que van aumentando con la edad, es un delito. La duda se apodera sobre todo de los jóvenes y entonces la vejez fijará la mirada sobre la nada. Esta es la «nada» de los «fanfarrones» de hoy, también de muchos intelectuales que, tal vez sin declararlo explícitamente, viven así.

Recordando el episodio del joven rico nos has dicho que la única moralidad del hombre es aceptar la relación con el Acontecimiento de Misterio presente, seguirlo: «Jesús, mirándolo, lo amó. Y después dijo: “ve, vende todo lo que tienes y sígueme”». ¿Cómo podemos cada uno de nosotros percibir la mirada de Cristo que expresa ese mismo «sígueme»?
Mediante la evidencia de la simpatía que despierta el Acontecimiento, es decir, mediante un encuentro, una presencia. Se puede no dar importancia a este «flechazo», pero cuando alguien queda impresionado de una determinada manera ya no se puede separar de Él. Por tanto, ese «sígueme» se expresa mediante la riqueza de una humanidad viva.

Respondiendo a la última pregunta de tu entrevista en la revista Panorama decías: «En nuestro movimiento el esfuerzo educativo gira entorno a la forma de alcanzar hoy día certeza sobre Cristo de manera que toda nuestra vida se apoye sobre el Misterio de Cristo, con todas sus aspiraciones positivas y con la conciencia cada vez más clara de la propia debilidad e incapacidad o incluso maldad». ¿Cuál es el camino para adquirir certeza sobre Cristo?
Pues, el camino es toda la historia de una compañía como la nuestra, donde resuena la llamada que el corazón nos hace respecto a lo que experimentamos al principio del Acontecimiento: una experiencia que nos desborda. Siendo el cristianismo una Realidad presente, el instrumento que utiliza para conocerlo es la evidencia de una experiencia, igual que sucede en la dinámica de cualquier encuentro donde se ponen de manifiesto los factores más importantes, decisivos y reales de la vida. Concretamente. el camino de la certeza sobre Cristo pasa por nuestra compañía, siendo nuestra compañía el modo con el que Cristo nos alcanza y nos mueve, y en la cual encontramos la esperanza total, una esperanza que se vislumbra y se abraza. Dejar de adherirse a nuestra compañía es fruto de un prejuicio.

Nota: el verdadero realismo implica la capacidad humana de darse cuenta de esto. El realismo verdadero exige sencillez ante lo evidente. La vida del cristiano no puede abandonar el camino seguro, su certeza en Cristo, porque una vez alcanzada por el Acontecimiento no puede olvidar nunca que de este Nombre ha nacido una correspondencia integral, excepcional con respecto a la que se puede esperar de cualquier otro encuentro. Así nace la esperanza cristiana, que otorga una certeza sobre el futuro basada en una Presencia.