Libro explora una nueva relación entre fe y ciencia
En un momento en que la discusión sobre valores fundamentales del ser humano se aviva día a día en los medios de comunicación y en la convivencia diaria de muchas familias chilenas, llega a librerías "Dos amigas frente al misterio. Fe y ciencia en diálogo sobre el hombre y su destino", de Ediciones UC.
El texto nace del curso 'Fe y modelos de racionalidad científica' que imparte el sacerdote Martino de Carli en las facultades de Teología y Derecho de la Universidad Católica de Chile. Miembro de la fraternidad sacerdotal de los Misioneros de San Carlos de Borromeo, rector de la Casa de su congregación en Chile y responsable del Movimiento de Comunión y Liberación en el país, De Carli ha querido que su docencia, a través de este libro, "pueda alcanzar a un público más amplio, porque trata un tema muy actual".
Dividido en cuatro partes, el texto se pregunta qué es el hombre y los caminos que utiliza para conocer la realidad y a sí mismo; las características de la fe y de la ciencia; pone tres ejemplos sobre la relación entre ambas y finalmente cómo lograr un "amistad posible".
Para el autor, hay dos grandes puntos de contacto entre la razón y la fe: esta última emplea el mismo método que utiliza la razón para dar crédito de lo que otro dice, para confiar en un testigo; y además, tiene la capacidad de ofrecer respuestas a las expectativas más profundas del hombre, algo que se conecta con la búsqueda incansable de la razón de un porqué último. "La fe, abriéndose al misterio de Dios que se da a conocer, puede ayudar a la razón, porque le permite penetrar en territorios inexplorados, en los cuales no entraría con sus propias fuerzas".
-¿Cuáles han sido los errores históricos cometidos tanto por la fe como por la ciencia para separar sus caminos?
"La fe entra en conflicto con la ciencia cuando se cierra en un dogmatismo que descuida la diversidad existente entre los dos órdenes de conocimiento. De forma similar, la ciencia entra en conflicto con la fe cuando, reducida a tecnología y, por lo tanto, a poder, piensa adquirir un estatuto de superioridad respecto a cualquier otro tipo de conocimiento. Sin embargo, hay que recordar que la historia de la cultura, especialmente en Occidente, muestra que fe y razón han dialogado desde la primera predicación del Evangelio al mundo griego, y también que teología y ciencia convivían de forma fecunda en las Universidades de la Edad Media, nacidas en ambientes eclesiásticos".
-En esta discusión, hoy parece que la fe va perdiendo la batalla y la ciencia se plantea como indiscutible. ¿Por qué cree que ha ocurrido esto? Por ejemplo, en las discusiones sobre el aborto o la eutanasia.
"Está claro que hay un cierto cientificismo que permea la mentalidad dominante y que intenta afirmar que el método de la ciencia experimental es el único que puede explicar válidamente la realidad. Por consiguiente, el hombre es reducido a sus componentes biológicos. Creo que, frente a este desafío actual, todos estamos invitados a dar testimonio de un renovado deseo de comprender. Se trata, por tanto, de volver a preguntarse qué es el hombre y cuál es el bien que realmente lo cumple. ¿Qué idea de hombre tienen quienes promueven el aborto o la eutanasia? ¿Qué es la vida humana? ¿Qué es nuestro cuerpo? ¿Podemos hacer de él lo que queramos? ¿Qué es la verdadera libertad? No podemos renunciar a poner estas preguntas. Aunque muchos hoy no quieren escucharlas, hay algo en el corazón de cada uno que, en el fondo, las percibe como verdaderas. La fe no causa la muerte de lo que es más auténtico en el hombre, es decir, que su ser es una pregunta viviente".
-¿Qué camino podrían tomar hoy la ciencia y la fe para volver a ser dos amigas?
"En mi libro comparo la razón con una ventana abierta hacia el horizonte. Esta imagen nos recuerda la famosa expresión acuñada hace unos años por Benedicto XVI: 'Ensanchar la razón'. Pueden reencontrarse de un modo nuevo, si se supera la limitación que la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación y se le vuelve a abrir su horizonte en toda su amplitud. En la conclusión de mi libro afirmo que la amistad no es un acuerdo tolerado, sino una aventura compartida. Una ciencia no reducida a saber absoluto puede volverse amiga de la fe. Y la teología puede aceptar la compañía de la ciencia, en la penetración progresiva de las cosas. Ambas comparten la intuición de que la realidad debe ser contemplada, no poseída".