Entre las lágrimas de la multitud, el heredero Carrón saluda “al padre”
No es un espectáculo que se olvide o que la regla del rito pueda contener, el dolor del pueblo que da su adiós a don Giussani. Hoy Milán se ha puesto su traje más triste: el frío que asola los cuerpos, la lluvia y la nieve que moja la ropa, el cielo cubierto. Pero han llegado miles bajando desde la Brianza blanca donde él había nacido. Dicen que 45.000 le han rendido homenaje en la capilla ardiente. Aquí hay, se calcula, 20.000 fuera del Duomo y unos 10.000 dentro. En la entrada del Duomo se ha dejado un amplio espacio para el coche fúnebre, y cuando llega se apaga todo murmullo. (...) Es un coro inmenso, solemne, el que entona Povera Voce, el primer canto nacido de la experiencia de Comunión y Liberación. Hoy el día es suyo, del pueblo de CL: los chicos que dirigen a la multitud, los de orden, las familias enteras, los de ochenta años y los adolescentes. (...) Cuando sale el féretro, el estruendo de un aplauso larguísimo lo sigue, primero resonando dentro de la catedral y luego fuera. Finalmente, el cortejo fúnebre espera otros diez larguísimos minutos antes de marcharse. Nadie se mueve; ahora baja de nuevo el silencio y parece que el pueblo de Giussani no quiera dejarle marchar.