Don Giussani: «Yo soy cero, Dios es todo»

Dino Boffo

ENTREVISTA A DON GIUSSANI

Le miras a los ojos y te preguntas: ¿cuál es el misterio de una vida? Y me refiero a vidas sencillas y a vidas importantes. Pero, ¿por qué importantes? ¿En qué se basa su importancia? ¿En la notoriedad pública? ¿En el número de seguidores? ¿O, tal vez, en las obras realizadas? El sacerdote que tenemos delante es, ciertamente, famoso. Sin duda está destinado a entrar en la historia religiosa del siglo XX. Da apuro pensar que miles de personas querrían estar delante de él, poder dirigirle una sola pregunta. Si levantas la mirada descubres que detrás de él hay una multitud de jóvenes (y menos jóvenes ya) conscientes y de entusiastas impenitentes. Percibes inmediatamente lo que no sólo en términos técnicos se denomina ‘carisma’. Este hombre lo tiene para dar y regalar y lo reconocen incluso los que se mantienen escépticos ante su mensaje. Y ahora, que es anciano y está debilitado, más que nunca es una sola cosa con su carisma, está ensimismado y cautivado por él. Viene a la cabeza de forma espontánea la corriente comunicativa que lo liga a su Dios. Debe ser una relación fuerte y continua. Además, debe ser la clave secreta de todo “fundador”, especialmente cuando corren malos tiempos para las estructuras: extraen de la Fuente viva lo que fascina y refuerza a las almas. Muchos de estos movimientos más recientes han brotado del tronco secular, pero joven y fecundo, de la catolicidad italiana. Si no sonara inconveniente, tendría la tentación de decirle: «Don Giussani, ¿no le parece que es usted mucho más que su movimiento, que su mirada va más allá y su ilusión va aún más lejos? Usted será, seguro, un maestro, un concentrado de los maestros que ha tenido, pero ¿ no es más aún un testigo en el sentido literal del término: alguien que ha visto y por eso habla y puede hablar a todos?» Mientras tanto, don Giussani me mira esperando la primera pregunta que, desgraciadamente, es diferente de éstas.

Ochenta años. Don Gius, ¿cómo es la vida a estas alturas?
La vida a estas alturas está hecha para reconocer el nombre de Dios en todas las cosas y para reconocer el Espíritu creador que obra en ella. Así se cumplen las palabras de la poesía de Ada Negri, Mi juventud: «No te he perdido. Te has quedado,/ en el fondo de mi ser. Eres tú, pero eres otra:/ ...más bella/ Amas, y no esperas ser amada: ante cada/ flor que se abre o fruto que madura,/ o párvulo que nace, al Dios de los campos/ y las estirpes das gracias de corazón».

¿Cómo ha incidido en su obra el sentido del tiempo que corre veloz? En otras palabras, ¿se ha desarrollado su vida bajo el signo de la urgencia?
Espero que mi vida se haya desarrollado según lo que Dios deseaba de ella. Se puede decir que se ha desarrollado bajo el signo de la urgencia porque toda circunstancia, o mejor cada instante, ha sido para mi conciencia cristiana búsqueda de la gloria de Cristo. Mi obispo, el cardenal Tettamanzi, al llegar a la sede de Milán dijo: «Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, aun inconscientemente, nos piden que les “hablemos” de Cristo, es más, que les hagamos “verlo”». Jesucristo, Su gloria humana en la historia, es el único signo positivo en medio del mundo, que, de otro modo, sería un moverse absurdo de tiempo y espacio. Porque, como diría Eliot, sin el significado no hay tiempo. La vida está llena de nulidad y negatividad, y Jesús de Nazaret es el desquite. Esto lo tengo claro. Así, la esperanza es la certeza por la cual se puede respirar en el presente, en el presente se puede gozar.

¿Hubo un momento en los primeros decenios de su vida en el que tuviera el presentimiento de lo que brotaría de su iniciativa sacerdotal? A sabiendas de que es algo delicado y personal, ¿podría contárnoslo?
No podría fijar un momento que haya sido especialmente “instigador”. Para mí, todo se ha desarrollado con la más absoluta normalidad y tan sólo lo que sucedía, mientras sucedía, suscitaba estupor, ya que era Dios quien lo llevaba a cabo haciendo de ello la trama de una historia que acontecía – y acontece – ante mis ojos. He visto el acontecer de un pueblo, en nombre de Cristo, protagonista de la historia.

Sus chicos le quieren muchísimo. Cuando les habla, incluso en asambleas multitudinarias, no se oye ni una mosca. Se intuye que para muchos usted es un padre, representa el ideal. ¿Le cohíbe esto?
No me cohíbe, me hace rezar a Dios para que sepa siempre dar razones y fuerza para la libertad de los jóvenes.

Don Giussani es una de las figuras más conocidas de los últimos decenios, si bien nunca ha aparecido demasiado en público, se diría que lo indispensable. ¿Timidez o coquetería, decisión calculada o espontánea?
Decisión espontánea de un ánimo que tiende a la verdad, aun siendo bien consciente de mis límites.

Durante años, al nombrarle, y casi a pesar de su persona, ha sido casi obligatorio tomar partido: o decididamente a favor o en contra. ¿Por qué cree que ha sido así?
Lo que dices es cierto y me ha obligado a no olvidar nunca el precio del sacrificio que implica.

Quien le está entrevistando proviene de una experiencia eclesial que se ha considerado como “opuesta” a CL. Las crónicas de actualidad se han llenado por años con el conflicto AC-CL. ¿Piensa usted que era algo inevitable o tiene algún reproche que hacer o que hacerse al respecto?
Creo que un grupo de fieles cuanto más trata de vivir la fe y de educarse en el apostolado bajo la influencia de análisis sinceros y apasionados, tanto más corre el riesgo de ser parcial en sus referencias, ya que es imposible que un análisis pueda abarcarlo todo. Pero si se mantienen las relaciones y crecen en la caridad, como Cristo y los Apóstoles han recomendado, las distinciones y las diferencias llegan a ser una colaboración.

Perdone la ingenuidad de la pregunta: ¿qué es CL para don Giussani?
Es una amistad (el ex rector de la Universidad de Munich y fundador de la Universidad de Eichstätt, el profesor Nikolaus Lobkowicz, escribió que para él conocer CL supuso descubrir la amistad como “virtud”) que asegura un común esfuerzo de colaboración en la reflexión sobre la fe y en el intento de convertir en una expresión común la voluntad de testimoniar a Cristo como inspirador de paz y de ayuda mutua. Y en la carta que me dirigió el Papa por el XX aniversario de la Fraternidad de CL, afirma que «el movimiento ha querido y quiere indicar no un camino, sino el camino para llegar a la solución del drama existencial» del hombre de hoy. Y añade: «El camino es Cristo... Comunión y Liberación, más que ofrecer cosas nuevas, apunta a hacer redescubrir la Tradición y la historia de la Iglesia, para volver a expresarla en formas capaces de hablar y de interpelar a los hombres de nuestro tiempo». Existimos sólo por esto.

Sacerdote, educador y líder. No lo niegue: usted ha sido y es un capo en toda regla. ¿Cuál es la mayor alegría y la mayor dificultad en la guía de un pueblo de jóvenes y ex jóvenes?
La mayor alegría y, a la vez, la mayor dificultad en la guía de un pueblo está en el pedir sincera y continuamente a Dios, y por tanto al Espíritu y a la Virgen, luz para la propia inteligencia y fuego ardiente para la propia caridad frente a todos los problemas que surgen en el corazón de cada hombre, ante los acontecimientos que el Misterio de Dios permite que sucedan, problemas que se imponen al corazón y al trabajo de cada uno en el lugar donde se encuentra.

La semilla de Comunión y Liberación se ha esparcido por todos los continentes. ¿Qué criterio señala para que se difunda con fidelidad al designio original?
La difusión de los criterios teóricos y prácticos en todo el mundo es un don que hay que pedir continuamente a Cristo y por ello debe ser objeto de la oración al Misterio del Padre, como Cristo nos ha enseñado: en la coherente búsqueda de los principios de la fe y de la caridad, en la obediencia humilde a los pastores de la grey que son los obispos. La obediencia a la autoridad de la Iglesia – ante todo, al Papa, cauce establecido para la seguridad de nuestra fe católica – constituye el criterio original y perfecto. Si se mantiene una actitud así, el paso de los años supone una confirmación (es decir, cumple lo que era una promesa).

Me toca ser indiscreto. ¿Cómo reza don Giussani y cuál es la invocación que sale más frecuentemente de su corazón durante la jornada?
Mi oración es la liturgia y la repetición continuada de una fórmula: Veni Sancte Spiritus, Veni per Mariam. Ven Espíritu Santo, ven por María, hazte presente a través del seno y de la carne de la Virgen. Esta antigua jaculatoria es síntesis de toda la Tradición y señala el método de Dios para darse a conocer a los hombres: la Encarnación. Todo el cristianismo está ahí. Dante habla en su himno a la Virgen del “calor” del vientre de la Virgen: pensar que desde ahí se proclama el Misterio es verdaderamente lo más misterioso, y sólo en la experiencia de una comunión vivida se puede empezar a comprender algo de este inefable misterio de Dios.
Por ello, la oración es el gesto más razonable que el hombre, implicado en la lucha cotidiana por la vida, puede realizar, la petición es el alfa y la omega de todo. Yo no he hecho nada, soy un cero. Todo lo hace el Infinito y nosotros no haríamos nada si no se nos diera.

Con ochenta años tal vez sea inevitable pensar en la sucesión. ¿Puedo saber que se espera de quien recoja el testigo?
De la Misericordia de Dios y de la Virgen me espero una persona que responda coherentemente a los contenidos de las últimas preguntas.