Carrón: «Cuando nos convertirnos a Cristo, podemos comprobar cómo esta conversión es útil para la vida»
Llevar la alegría de ser cristianos a todos los ámbitos de la vida cotidiana. Eso es lo que siempre ha animado a la Fraternidad de Comunión y Liberación, y sigue siendo el camino que sus miembros sugieren para la nueva evangelización. Entre los padres sinodales para este Sínodo sobre la nueva evangelización estaba Julián Carrón, presidente de CL. Paolo Ondarza le ha entrevistado: «Retomando el documento Porta Fidei, me llamó la atención que el Papa empezara diciendo que la fe hoy no se puede dar por descontado, que no es un presupuesto obvio. Al tener esto en la cabeza, y volviendo a leer después el Instrumentum laboris para la preparación del Sínodo, me impresionó mucho un pasaje que evidenciaba la preocupación por el hecho de que el cristianismo no se comunica en los lugares donde se desarrolla la vida de los hombres: el puesto de trabajo, el barrio... Este es sin duda un desafío que debemos afrontar, porque actualmente no conseguimos despertar ningún interés. Esto nos remite al reto de que el cristianismo se haga presente en nosotros, en cómo afrontamos la vida diaria, porque de lo contrario difícilmente los hombres se interesarán por lo que hacemos los domingos cuando nos vemos en Misa».
Por tanto, estar en los lugares donde vive la gente, salir al encuentro del hombre e interceptar su necesidad de absoluto. En vuestra experiencia concreta, ¿cómo se traduce esto?
Ahora igual que antes, se traduce en la tensión continua a ser una presencia en el ambiente, en la escuela, en la universidad y en los lugares de trabajo, donde – siempre con “intentos irónicos” – procuramos hacer presente el cristianismo como propuesta y testimonio. Esto nos apremia porque es la posibilidad, en primer lugar para uno mismo, de verificar – en la vida concreta, en el trabajo, en la familia, en las relaciones – la verdad de lo que creemos. Y lo queremos en primer lugar para nosotros porque, en la medida en que sea verdad para nosotros, podremos mostrar a los demás cómo la fe renueva la vida cotidiana.
¿Hay que partir de una experiencia de conversión personal?
Sin duda, ese es el inicio de cualquier comunicación de la fe. Es el primer paso. Cuando nos convertirnos a Cristo, podemos comprobar cómo esta conversión es útil para la vida, la nuestra, la de nuestros hermanos los hombres y la del mundo.
Todo esto tiene hoy una motivación añadida, si pensamos en la crisis de valores – también a nivel político – que nuestra sociedad está atravesando. ¿Cómo se puede traducir el compromiso cristiano en esta circunstancia?
Ya en el modo en que, por ejemplo, cada uno vive su propia profesión en su lugar de trabajo, en el modo en que está presente en su barrio o en el pueblo donde viva. Si lo que prevalece es esta novedad de vida, unida al deseo de comunicarlo a otros por el bien que supone – subrayando por tanto cómo esto redunda en bien común –, lo lógico es que después alcance también a las personas que se implican directamente en el ámbito político.
¿Cuál es su deseo al empezar este Año de la Fe?
Lo que espero y deseo, para mí y para todos mis amigos, para todos los cristianos, es lo que dice el Papa: saber descubrir de nuevo el valor de la fe, para que culminemos este Año de la Fe más convencidos, más persuadidos que nunca de que la fe es el don más precioso que tenemos en la vida.
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