Abre sus puertas la Sedes Sapientiae

América Latina
Luigi Giussani

La Universidad Católica de Lima, como las antiguas universidades de la Edad Media, se propone como un lugar para buscar la verdad. La pasión por la educación de los jóvenes, para crecer como «hombres libres», protagonistas del mundo

Después de la inauguración de la recién nacida Universidad Católica Sedes Sapientiae de Lima, en Perú, el pasado 12 de febrero, el 25 de abril se celebró la apertura oficial del año académico. Además del rector, el profesor P. Joaquín Martínez Valls, estaban presentes el Nuncio apostólico de Perú, monseñor Rino Passigato, el cardenal Augusto Vargas Alzamora, el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Luis Bambaren y monseñor Juan Ramón Gurruchaga, obispo de la diócesis de Lurin. En la segunda parte de la jornada se ofreció un espectáculo teatral en el colegio El buen pastor, seguido de una fiesta en la que participó gran número de estudiantes. Durante la ceremonia, monseñor Lino Panizza, obispo de Carabayllo, leyó el mensaje que don Giussani les había mandado para la ocasión. Este es el texto.


A su Excelencia ReverendísimaMonseñor Lino Panizza Obispo de Carabayllo
Excelencia Reverendísima:

Le agradezco la oportunidad que me ofrece de poder aportar mi pequeño testimonio en esta gran ocasión. Saludo también a las autoridades religiosas y civiles presentes, junto a los profesores, estudiantes y al personal no docente de esta nueva universidad.
Permítame comunicarle mi alegría por la puesta en marcha de la Universidad Católica Sedes Sapientiae de Lima, que usted ha deseado con fuerza y realizado no sin sacrificio. Recuerdo nuestro encuentro en Milán, cuando me habló de su intención de dar vida a una realidad universitaria para formar a los jóvenes de su diócesis, en respuesta a una necesidad educativa que constataba con preocupación. Sus palabras me entusiasmaron enseguida. Inmediatamente, reviví mi encuentro, de hace casi cincuenta años, en un tren, con un grupo de estudiantes de bachillerato a los que descubrí terriblemente ignorantes del cristianismo y de las razones de la fe; esto me llevó a solicitar de mis superiores la posibilidad de dedicarme a la educación de los jóvenes en un instituto de Milán. He visto en usted, Excelencia, la misma pasión por la educación de la juventud, que representa el futuro y la esperanza de un pueblo. Y sabemos bien lo difícil que es hoy introducir a los jóvenes en la realidad con una hipótesis positiva, que les permita conocer todo lo que forma parte de la experiencia humana, juzgarlo y valorarlo todo mediante un abrazo sin límites. Mucho más urgente hoy en día, cuando el “yo” se ve debilitado y sacudido por la violencia de un mundo desesperado.
Han decidido llamarse Sedes Sapientiae para subrayar - creo - que la nueva Universidad procura ser, a la manera medieval, el lugar de la búsqueda de la verdad. Como dijo el cardenal Ratzinger en la conferencia sobre la encíclica Fides et ratio, organizada por la Facultad de Teología San Dámaso de Madrid el pasado mes de febrero: «La pregunta sobre la verdad es precisamente la pregunta esencial de la fe cristiana. Si tuviera que resumir brevemente el objetivo principal de la encíclica, diría que intenta rehabilitar la pregunta sobre la verdad, en un mundo marcado por el relativismo; intenta evidenciarla como una tarea racional y científica... La encíclica quiere, simplemente, devolver el coraje de la aventura de la verdad» (16 de febrero de 2000). Esta aventura implica a profesores y alumnos en un trabajo común, de modo que los primeros puedan comunicar una experiencia humana fascinante a los segundos, que se adentran en su camino hacia la realidad mediante un nuevo paso. Y no podrían hacerlo con seguridad sin la fuerza que les proporciona la relación con quien ya ha recorrido un tramo del mismo camino.
El nacimiento de la Universidad Católica representa un desafío hermoso y que llena de entusiasmo a quien tiene fe en Jesús: demostrar al mundo, a través de la enseñanza y el estudio, el carácter razonable de la fe, una fe que tiene que ver con la vida y que pone a la persona en las mejores condiciones para afrontar cada circunstancia y cada problema que surja cotidianamente. En este sentido, no me parece una casualidad que sus actividades comiencen con dos facultades, Ciencias de la Educación y Economía - Administración. Usted mismo lo ha recordado durante la inauguración: «Nuestro país necesita hombres libres, que sepan educar a las nuevas generaciones en la tarea apasionante de formar personas y de introducirlas en la realidad con responsabilidad. Además, es necesario que haya profesionales creativos, capaces de promover nuevas oportunidades de trabajo, para que todos tengan la ocasión de crecer».
Por otro lado, lo afirma también Juan Pablo II: «El compromiso cultural de un creyente tendría lagunas sustanciales si la humanización del hombre no fuese conscientemente orientada y dirigida a su cumplimiento en la fe. Una fe que no se hace cultura es una fe no acogida plenamente, no pensada enteramente, no vivida fielmente» (1982). Esta es nuestra cultura.
¿Qué puedo desear más que la nueva realidad universitaria incremente el número de adultos educados cristianamente y, por tanto, capaces de juzgar la realidad y de intervenir en ella para hacerla más humana?
Esta obra suscitará otras obras, signos concretos de esa humanización del hombre hoy tan deseada y tan ausente.
De este modo, la Sedes Sapientiae podrá también ser un ejemplo para otros en América Latina, un continente tan prometedor para la presencia de la Iglesia. Que el camino que hoy se inicia aquí pueda dejar huellas que sigan todos, en un tiempo donde no resultan convincentes los discursos ni las teorías, sino los testimonios de hombres y mujeres para los que la fe en Jesús de Nazaret, presente aquí y ahora a través de los que ha elegido en la Iglesia, es la razón única de su esperanza. Para quienes no puedan repetirse las trágicas palabras del francés André Malraux a propósito de nuestra época: «No existe ningún ideal por el que podamos sacrificarnos, porque conocemos la mentira de todos, nosotros que no sabemos qué es la verdad». Nosotros, por el contrario, sabemos qué es la verdad y se lo decimos a todos, sin presunción, pero con humilde certeza, ciertos de que, por haberla visto, oído y tocado, nos pertenece. Y nos comprometemos con seguridad, también a través de los límites y las dificultades, en la búsqueda apasionada de lo verdadero, de lo bello, de lo bueno y de lo justo.
Por todo esto, le agradecemos haber querido tener a algunos de nuestros amigos entre los colaboradores de la Universidad Católica Sedes Sapientiae. Sepa, Excelencia, que tiene en mis amigos a sus amigos, dispuestos a entregarse por entero y a dar la vida por la obra de Otro, de otro.

Luigi Giussani
Milán, 12 de abril de 2000