«¿Qué buscáis?»
El mensaje para la 40ª peregrinación de Macerata-LoretoQueridísimos amigos, empezar la peregrinación con esta pregunta –«¿Qué buscáis?»– os une a todos los que camináis hacia la Santa Casa de Loreto. De hecho, todos buscamos. «Buscamos para encontrar y encontramos para seguir buscando», decía el gran san Agustín. Y así es, porque nosotros somos sed de vida y no nos contentamos hasta que no encontramos lo que nos sacia. Podemos hacer de todo para acallar el corazón, podemos pensar incluso que nos equivocamos al no estar nunca satisfechos con lo que encontramos; en cambio, este es el signo de nuestra grandeza.
Entre vosotros hay muchos que ya han encontrado el Rostro que buscaban, pero no se han detenido, de hecho continúan buscándolo para vivir una familiaridad cada vez más profunda con Jesús. Esto es lo que nos hace mirar como compañeros de camino a todos aquellos con los que nos encontramos. Decía don Giussani: «La grandeza de la fe cristiana, sin comparación alguna con cualquier otra posición, es esta: Cristo ha respondido a la pregunta humana. Por ello, tienen un destino común quienes aceptan la fe y la viven y quienes, no teniendo fe, se ahogan en la pregunta, se desesperan en la pregunta, sufren en la pregunta». Por eso esta peregrinación es una gran ocasión de testimonio para todos los que vienen.
Imaginad cómo se debieron de sentir Juan y Andrés aquel día. Buscaban a Juan el Bautista y encontraron a Jesús. Le siguieron. Él podría haber fingido no darse cuenta, y en cambio les dirigió esa pregunta a quemarropa: «¿Qué buscáis?», que sacaba a la luz lo que tenían en el corazón. ¡Aquel desconocido se interesaba por ellos! En ese momento entendieron qué buscaban. Pero su hambre y sed de vida no se extinguieron, sino que se convirtieron en hambre y sed de Él. Por eso le siguieron hasta casa, y al día siguiente se despertaron con unas ganas locas de volver a ver a Jesús.
El desafío más grande al que un hombre puede hacer frente es el de conquistar el significado de su vida. «¿Aceptáis el desafío?», ha preguntado el Papa a los jóvenes. No penséis que hacen falta dotes especiales, una inteligencia superior a la media o un esfuerzo sobrehumano para afrontarlo. Basta solo con una cosa que está al alcance de todos: ser sencillos de corazón, como un niño.
Y sin embargo, cuántas veces oímos repetir: «Yo no soy tan ingenuo como un niño» a adultos que creen ya saber cómo son las cosas y por eso ya no buscan, pensando que ya son mayores. Pero así se pierden lo mejor, porque permanecer en la postura original con la que hemos sido creados, con los ojos abiertos de par en par ante la realidad –como los niños–, es la condición para ser verdaderamente adultos. ¿Por qué? Porque solo esta sencillez permite ver y reconocer lo que corresponde a la propia búsqueda.
¿A quién no le gustaría mirar constantemente a la persona amada con el asombro de la primera vez, como un don tan deseado como imprevisto? Hemos de recuperar esta sencillez cada día, no podemos dar por descontado que seguimos siendo como niños cuando nos hacemos adultos. Porque es en un camino donde crece la conciencia de la iniciativa de Dios en nuestra vida, una iniciativa que siempre nos precede, como dice el papa Francisco.
Por eso os deseo que seáis compañeros de camino esta noche, y sobre todo el resto de los días que os esperan, armados solo con vuestro corazón, que no cesa nunca de buscar al Amigo. Y cuando lo encuentra, lo sigue buscando para conquistar esa familiaridad única que cambia la mirada sobre la vida. Pedid a la Virgen que os dé un corazón de niño, siempre alerta, para identificar los signos de Aquel que no se cansa nunca de venir a buscarnos.
Vuestro compañero de camino,
Julián Carrón