«Te he esperado día y noche»
Queridos amigos,
Cuando caminéis hacia Loreto os será más fácil descubrir la profundidad infinita de vuestra necesidad si tenéis ante vuestros ojos al testigo que el Señor nos ha dado para poder hacer hoy un camino humano: el papa Francisco. ¿Quién habría podido imaginar su respuesta a los problemas del mundo y a las exigencias de la vida? Un Año Santo de la misericordia. «Sí, humanamente hablando es de locos, pero “lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Cor 1,25)». Aprendamos del Papa esta mirada: «Aquello que seduce y atrae, aquello que doblega y vence, aquello que abre y desencadena no es la fuerza de los instrumentos o la dureza de la ley, sino la debilidad omnipotente del amor divino, que es la fuerza irresistible de su dulzura y la promesa irreversible de su misericordia».
La peregrinación es una gran oportunidad para aprender a esperar al Señor día y noche y para poder reconocer a Cristo, que sale a nuestro encuentro y suscita en nosotros la necesidad de ser perdonados, nos arranca de nuestra distracción y nos atrae de nuevo hacia sí, como hizo con los discípulos de Emaús.
Os deseo que reviváis la experiencia del hijo pródigo mientras camina de vuelta a casa lleno de nostalgia de su padre, y que percibáis, como ha dicho el Papa en estos últimos días, «cómo late el corazón de nuestro Padre. Era un corazón que palpitaba inquieto cuando todos los días subía a la terraza para mirar. ¿Qué miraba? Tal vez el hijo volviera... […] La misericordia nos hace experimentar nuestra libertad». No hay nada mecánico, como cada paso que tendréis que dar; la libertad debe decidir siempre qué posición asumir: la gratitud ilimitada del hijo pródigo o el escándalo del hijo que ha permanecido en casa. La gratitud hace avanzar, el escándalo bloquea.
Que el silencio y la oración os llenen de asombro por la conmoción de Dios ante cada uno de vosotros: será como revivir el largo viaje de Israel hasta llegar a Cristo, dominados por un abrazo más fiel que nuestras infidelidades, «el abrazo del Dios que nos crea, que nos ha creado y ha permitido ese misterio del pecado original: ha permitido esa locura desintegradora, esa imposibilidad de llegar a la unidad y a la perfección, lo ha permitido para llenarlo todo de su naturaleza de Dios, es decir, de su misericordia» (don Giussani).
Por eso no tenemos miedo, no nos desanimamos ni nos rendimos, sino que avanzamos en la esperanza: «Una positividad total en la vida debe guiar el ánimo del cristiano, en cualquier situación en que se encuentre, con cualquier remordimiento que tenga, con cualquier injusticia que sienta pesar sobre él, con cualquier oscuridad o enemistad que le envuelva, ante cualquier muerte que le asalte, porque Dios, que ha hecho todos los seres, es para el bien. Dios es la hipótesis positiva para todo lo que el hombre vive, aunque a veces parezca que las tempestades de la vida vencen dentro de nosotros a esa positividad» (don Giussani).
Os agradezco el testimonio que vais a dar, sostenidos únicamente –como María– por vuestro «sí» a Cristo. Que al volver a vuestras casas se transparente en vuestros rostros una diferencia que de otro modo sería imposible, y que es signo del atractivo desbordante de la mirada de Cristo, porque «la misericordia es una conmoción que toca las entrañas» (papa Francisco).
Os pido que incluyáis entre vuestras intenciones una especial por el papa Francisco y también una por mí, para que se renueve mi «sí, Señor, tú sabes que te quiero» por el bien de vuestra vida.
Unido a vosotros en la fe