Fragmentos de homilías de las misas en sufragio de don Giussani
Cardenal Ennio Antonelli, arzobispo de Florencia
Uno de los numerosos méritos de don Giussani es haber educado en una intensa y apasionada devoción al Papa, una devoción sin “peros”. Vosotros habéis acogido esta enseñanza suya y por lo tanto expresáis devoción y afecto hacia el Papa, adhesión a su Magisterio, obediencia a sus decisiones, sintonía generosa y cordial con sus orientaciones, y el Papa es consciente de ello. Ya lo sabía Juan Pablo II, y también Benedicto XVI os ha manifestado y sigue manifestando de muchas maneras su afecto. Puedo ver juntos a los dos, el Papa Wojtyla y don Giussani, mostrándoos a Cristo, y en estas dos figuras percibo esa unidad íntima de las dos dimensiones fundamentales de la Iglesia: la dimensión jerárquica y la carismática, que Juan Pablo II definió como complementarias y coesenciales para la vida y la misión de la Iglesia.
Monseñor Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova
Don Giussani juzgaba todo sub lumine Christi, bajo la cálida y penetrante luz de Cristo. Él era consciente de que el cristianismo no es una ideología –un conjunto de ideas, de dogmas o un moralismo–, sino el encuentro con una Persona viva, Cristo. Durante los años de la revolución cultural, don Giussani recogió la doble inquietud que recorría enloquecida todo el mundo, todos los estratos sociales, sobre todo el ámbito de los jóvenes: la necesidad de libertad y de relación. E iluminó estas dos necesidades con la luz de Jesucristo; es más, las buscó en la vida de Jesucristo. Obviamente las conocía como cristiano y sacerdote, pero el desafío, en ocasiones virulento, de ese momento histórico impulsó su pasión apostólica y educativa para ponerlas particularmente de relieve, para hacer que emergieran con más fuerza y se convirtieran en el corazón del carisma: la libertad y la relación comunional. Que, por intercesión de don Giussani, el Señor nos permita crecer en nuestra relación con Él –de corazón a corazón, de razón a razón–. Y la capacidad de seguirle por amor y con amor crecerá hasta dar la vida, como recuerda el Evangelio. Es la única manera de no perderse para siempre y de saborear la alegría cristiana, que es más verdadera e intensa. Es mejor perder la vida que perdernos a nosotros mismos.
Cardenal Severino Poletto, arzobispo de Turín
Hoy conmemoramos la muerte de una persona muy querida para vosotros, que también lo es para mí. Conocí a don Giussani en los años de mi juventud, cuando venía a Casale Monferrato a reunirse con un grupo de sacerdotes; no éramos de Comunión y Liberación, pero teníamos mucho interés en predicar la misión al pueblo y nos vimos con él varias veces; hablo de los años ’62, ’63 y ’64. Agradezco de corazón a don Giussani, al movimiento de CL y a la Fraternidad el trabajo que hacéis con los adultos, pero sobre todo con los jóvenes. La pasión de don Giussani fue acercar a la gente al Señor Jesús, ese Jesús a quien amó apasionadamente. Doy gracias a Dios por vuestra presencia en la Iglesia de Turín, por la vitalidad de vuestras comunidades y también por el trabajo que lleváis a cabo en vuestras parroquias. Yo aprecio mucho los movimientos, aunque algunos digan que no siempre es así, porque a veces doy ciertas recomendaciones pastorales, lo cual no quiere decir que no los estime. Un movimiento ofrece una gran posibilidad de formación personal para que uno pueda llevar a su comunidad parroquial y a la sociedad la riqueza que recibe allí. Por ello os animo a ser fermento en nuestra Iglesia y en nuestra ciudad, que necesita levantar su mirada hacia lo alto.
Monseñor Javier Martínez Fernández, arzobispo de Granada
En mis encuentros con Giussani, vistos ahora con la perspectiva del tiempo, lo que más me llamó la atención desde el principio fue la percepción de que la mirada de Dios, el reconocimiento de Cristo, no nos alejaba de nuestra humanidad, sino todo lo contrario: nos hacía posible vivir esa humanidad en plenitud. (...) Es como si las fronteras entre lo cristiano y la Creación, la realidad, de nuevo se abrieran, y la realidad volviera a ser como imbuida. (...) El tender a Cristo, o el encontrarle en la vida como gracia, no es que añada algo a nuestra existencia, sino que nos permite vivirla en verdad, vivirla plenitud. Me parece que eso es el punto más genial de su intuición.
Monseñor Misue Atsumi, obispo de Hiroshima
Este año la Iglesia católica japonesa está de fiesta por la beatificación de 188 mártires, de los cuales tres eran de la ciudad de Hiroshima. Al dar la vida, estas personas dieron testimonio de que la fe en Jesús era para ellos más querida e importante que su propia vida. Don Giussani dio el mismo testimonio, empezando por Milán para llegar luego a muchos países del mundo. Todos nosotros hemos sido llamados a dar también ese testimonio. Sólo tenemos que pedir al Señor la gracia de poder ser testigos en este periodo oscuro de la historia. Acabamos de oír del Evangelio según san Marcos: «¡Effatá!», «¡Abreté!». Pidamos a don Giussani que nos ayude a tener siempre abierto nuestro corazón a esta Gracia.
Monseñor Tadeusz Kondrusewicz, arzobispo de Moscú
El Señor suscita siempre en su Iglesia personas que saben responder a las necesidades del tiempo. Por eso, en los difíciles años 50 don Luigi Giussani percibió uno de los aspectos más dramáticos de la situación de la Iglesia en Italia: la separación entre fe y vida en un país que se declaraba católico, y el progresivo alejamiento de los jóvenes de la fe, por desinterés e ignorancia. Esto le llevó a intuir en qué consistía la tarea fundamental de la educación, que ocupa un espacio tan grande en el carisma del movimiento de Comunión y Liberación que de él nació. Tuve la gracia de conocer personalmente a don Gius. Me conmovieron su pasión por la educación, su interés por todo y su paternidad hacia todos, que nacían patentemente de su pasión por Cristo. Os pido que sigáis viviendo vuestra responsabilidad en el mundo y en la Iglesia dando testimonio de la fe y del afecto por Cristo que don Gius suscitó en vosotros.
Cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima
La eucaristía es todo. No hay nada más grande en el cielo y en la tierra. Nosotros sin embargo, muchas veces no entendemos y nos preguntamos: ¿por qué no entiendo?, a pesar de que el Señor nos haya dado todo. «Dichoso tú», le dice Jesús a Pedro en el evangelio de hoy. Hace falta una revelación (revelación, r pequeña!), el espíritu santo que nos permita vivir esta unidad con el cuerpo de Cristo en la eucaristía. La eucaristía es la Iglesia, una vida llena de sorpresa y estupor, de la cual ha nacido en don Giussani toda esta fuerza que le ha permitido conquistar miles y miles de jóvenes. No es un problema de sentimiento: esta sorpresa es algo mucho más profundo; es un regalo. Los santos en la eucaristía se trasforman en virtud de la misma fuerza de la eucaristía. No hay santos sin eucaristía. Hoy pedimos al Señor, por intercesión de don Giussani de ayudarnos a vivir la eucaristía. El mundo cambiará, cuando se despierte en nosotros y en todos, el misterio de la eucaristía; esto lo podemos entender, porque hemos visto que Cristo es el primer amor de don Giussani.
¿Quién nos trae la eucaristía? ¡María! Por eso cuando nos acercamos al cuerpo de Cristo, ella está allí, a su lado. Son dos amores que van unidos. María y la oración del rosario: aquí tenemos otro aspecto, otro amor que domina en la vida de todos lo santos, y que jamás ha faltado en don Giussani.
Por ultimo: la iglesia y el ministerio del Santo Padre. La obediencia y el amor a él, la cercanía a él, el estudio de la doctrina: todas características que encontramos en don Giussani y en Comunión y Liberación. A nosotros se nos pide de ser signo de este santo sacerdote: ¡que en el movimiento de Comunión y Liberación todos sigan estos signos de santidad! Pienso especialmente en el trabajo que están haciendo en la universidad Sedes sapientiae con muchos jóvenes.
(Apuntes no revisados por el autor)
Cardenal José Policarpo, patriarca de Lisboa
Nadie que no sea capaz, desde la valentía de su fe y desde la humildad de su corazón, de decir siempre, en todo y en todas las circunstancias «Credo sanctam Ecclesiam», podrá construir nada duradero. Podrá tener éxito, puede que le siga mucha gente durante mucho tiempo, pero no dejará en la historia esa huella luminosa que es el seguimiento de los verdaderos discípulos. Agradecemos a monseñor Giussani el haber sido un hombre que incluso a pesar de las privaciones, sin que fuera necesario que todos estuvieran de acuerdo con él, ni que todos le siguieran, siempre fue capaz de poner la prioridad en la comunión. Comunión en el sentido más profundo que tiene esta palabra en el Nuevo Testamento, “koinonia”: identificarse completamente con la realidad de Cristo.
Cardenal Serafim Fernandes de Araújo, arzobispo emérito de Belo Horizonte
El inolvidable don Giussani ha marcado su tiempo. La belleza de su carisma se multiplica en una Fraternidad, como lo quiere la Iglesia, realizando la belleza que supone vivir con Cristo. Tuvo el don y la inteligencia de comunicar su carisma a la Iglesia. Yo siempre he deseado transmitir a los demás el carisma de CL. ¿Qué dirá la Iglesia de Brasil en la próxima Asamblea de Aparecida? Es uno de los momentos más difíciles para la Iglesia, pero con la ayuda del Espíritu Santo podremos comprender lo que Dios nos pide: vivir el Evangelio no como exhortaciones abstractas, sino con realismo, proponiéndolo como respuesta concreta a la vida. Esto es lo que hace de CL algo que el mundo necesita.
Monseñor Filippo Santoro, obispo de Petrópolis
En el gran surco de la Iglesia hemos conocido a alguien que nos hizo experimentar el “sí” de Pedro y nos permitió reconocer la presencia de Aquel que explica la vida: «Señor, ¿a quién iremos? ¡Tu tienes palabras de vida eterna!». Con el paso del tiempo se agranda la percepción del don que el Señor nos otorgó al darnos a conocer a don Giussani. Es cierto, estamos siempre ante un hecho que sucede en el presente. Pienso en los miles de universitarios del Movimiento de los sin tierra de Sao Paulo, que han sido alcanzados por el anuncio del carisma. Se trata de muchísima gente que no conoció en persona a don Giussani sino en los rostros y en la vida de sus amigos. Todos estos, como los de la primera hora, han seguido el camino que él nos indicaba: han empezado a secundar su corazón, escuchar sus exigencias y atender a sus preguntas.
Cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena
En la misa de hoy damos gracias a Dios porque en un momento difícil para la Iglesia un joven sacerdote respondió por muchos; por eso pudo convertirse en padre de muchos, en un amigo que indica el camino. Creo que esta es una ley fundamental en la vida cristiana: se les pide a todos, pero responde cada uno. Esto no es colectivismo, sino vocación. Pedro respondió por todos sus amigos, sus compañeros, sus hermanos. Y Jesús le dijo «Bienaventurado eres Simón, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre». Sobre él recayó la tarea de encontrar la respuesta por los demás. Creo que estas palabras se podrían aplicar a don Giussani: bienaventurado eres; no te lo han sugerido tus propias ideas, de crear, de abrir la vida, sino que te lo ha mostrado mi Padre que está en los cielos; a ti, uno de tantos. Demos gracias porque ha habido uno que ha respondido de manera ejemplar por nosotros, por tantos otros, por la Iglesia entera, por una gran comunidad en la Iglesia.
Monseñor Henry Theophilus Howaniec, obispo de Almaty (Kazajstán)
Dios ha querido que don Giussani falleciera precisamente el día de la Cátedra de San Pedro, como signo del amor filial y de fidelidad al Papa. El movimiento de CL fundado por él muestra el cristianismo como un acontecimiento absolutamente nuevo e irrepetible en la historia. Creo que dentro de pocos años la Santa Madre Iglesia, que don Giussani amó apasionadamente y a la que sostuvo con sus propias enseñanzas y testimonio de vida, reconocerá su sorprendente santidad y la excepcionalidad de sus enseñanzas, para que se convierta en ejemplo de vida cristiana para el mundo contemporáneo y en brillante maestro del pueblo de Dios para gloria del Dios Uno y Trino.
Monseñor Martin David Holley, obispo auxiliar de Washington
Don Giussani creía en el Evangelio y en los sacramentos de la Iglesia. Vivió las bienaventuranzas que hemos escuchado hoy en el Evangelio y animó a miles de personas a recorrer el camino de la felicidad siguiendo a Cristo, camino, verdad y vida. Don Giussani quería que todos vivieran la llamada original del Bautismo. El deseo y la llamada a ser santos, viviendo nuestras vidas cotidianas de manera extraordinaria. Como Juan Pablo II recordó en su mensaje a don Giussani el día de la Virgen de Lourdes, el movimiento no ha querido indicar un camino, sino el camino hacia la solución del drama existencial. El camino es Cristo.
Cardenal Pedro Rubiano Sáenz, arzobispo de Bogotá
Se aproxima la celebración de la V Conferencia del episcopado latinoamericano. El lema «Dicípulos y misioneros de Cristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida» nos sugiere que el discípulo es el que se identifica con el Señor. Todos nosotros hemos tenido muchos profesores y pocos maestros, porque el maestro se identifica con aquello que enseña y establece una relación con su discípulo. Dar razón de nuestra fe es estar identificados con Cristo y ser misioneros, es decir anunciar que Cristo es el Señor; es dar testimonio de unidad con Jesús, así él puede traer el don de la Paz. Recordando a don Giussani, en fiesta de la Cátedra de San Pedro, le pedimos a Dios que abra nuestro corazón para reconocer que el único camino es Cristo.
Cardenal Anthony Okogie, arzobispo de Lagos
Monseñor Giussani demostró al mundo que santo no se nace, sino que se hace. Para él el cristianismo era semejante a una historia de amor, un acontecimiento. Su amor por la humanidad no conocía límites. Luigi y su movimiento viven en la entrega total de sí mismos. No quieren que les sirvan, sino que viven sirviendo a los demás. De esta manera convierten el corazón de muchas personas a Cristo y hacen que el mundo sea una realidad mejor. Así sirven a su país. «Por sus frutos los conoceréis». Demos gracias a Dios por el don de este humilde y santo servidor del Evangelio. Pidamos también por el movimiento de Comunión y Liberación y por los Memores Domini, cuya presencia entre nosotros tanto apreciamos.