Carta al movimiento
Veinticinco años de FraternidadQueridos amigos:
enormemente agradecidos por el inmenso don que nos hace el Santo Padre al
conceder una audiencia a todo el movimiento, en la Plaza de San Pedro, el próximo 24 de marzo, con ocasión del XXV aniversario del reconocimiento pontificio de la
Fraternidad, deseamos de todo corazón corresponderle con una preparación adecuada a la magnitud del acontecimiento.
Todos somos muy conscientes de la importancia de la figura del Sucesor de Pedro
para la vida de la Iglesia. Él es el punto de referencia inquebrantable de nuestra fe, sin el cual ésta decaería en una de las muchas variantes ideológicas que dominan el mundo. El poder del Espíritu, ligado a su ministerio, es la garantía de la presencia de Cristo en la historia. Con esta conciencia debemos presentarnos ante el Santo Padre, con aquella devoción de hijos a la que hemos sido educados.
Nuestro gesto quiere ser un reconocimiento de lo que el Papa representa para
nuestra vida y una expresión de nuestro deseo de seguirle. Ir a Roma es un signo de adhesión sencilla y total a su persona y a su magisterio, por el que estamos tan
agradecidos. ¡En cuántas ocasiones hemos sentido que sus palabras sostenían nuestra vida!
Además, Papa Benedicto ha tenido y tiene una relación tan singular con nuestra
historia que le sentimos especialmente cercano. Nos conoce bien, al igual que conocía bien a don Giussani: todos tuvimos ocasión de verlo en su funeral. El hecho de que nos conozca bien nos permite acudir al encuentro con el Santo Padre con la esperanza segura de que nos dirigirá una palabra que iluminará nuestro camino, en este momento tan decisivo de nuestra historia, de la historia de la Iglesia y del mundo. Todos sabemos lo que ha significado para nuestra experiencia el mandato de Papa Juan Pablo II, con ocasión de la audiencia por trigésimo aniversario del movimiento, en 1984: «Id a todo el mundo a llevar la verdad, la belleza y la paz que se encuentran en Cristo Redentor».
Preparémonos al encuentro con Benedicto XVI pidiéndole a la Virgen, en el
Angelus cotidiano, y a don Giussani una disponibilidad llena de atención a escucharle y a seguirle.
Un abrazo lleno de afecto para cada uno de vosotros
Carta al movimiento
EditorialMilán, 28 de marzo de 2007
Queridos amigos:
La magnitud del acontecimiento que hemos vivido el sábado 24 de marzo en la Plaza de San Pedro marcará para siempre nuestra historia. Sólo la identificación con lo que ha sucedido con el tiempo nos hará descubrir todo su alcance.
El pueblo que somos, consciente de su fragilidad y, a la vez, de la gran suerte
que hemos tenido por la gracia recibida, ha acogido a Benedicto XVI y se ha dejado
abrazar por él.
No encuentro mejor modo de expresar lo que ha ocurrido que estas palabras de don Giussani, que volvimos a escuchar el sábado pasado: «Si Dios se hiciese hombre y viniese a vivir entre nosotros, si viniese ahora, si se hubiese colado entre el gentío, si estuviese aquí entre nosotros, reconocerle, a priori lo digo, debería ser fácil… por una excepcionalidad incomparable». «Qué sobresalto del corazón reconocerle –comenta una de vosotros–, haber podido decir: “¡Eres Tú!”. Ayer, entre la muchedumbre, ¡Él se hizo presente otra vez! Con esa excepcionalidad inconfundible de la Belleza y la Verdad que se hacen carne».
Todos hemos sido testigos de lo que es capaz de hacer Cristo si nos dejamos
atraer por Él. Su atractivo, en efecto, se ha demostrado vencedor una vez más. Pero toda esta belleza no habría bastado si cada uno de nosotros no hubiera estado dispuesto a dejarse arrastrar por ella hasta el reconocimiento de Cristo presente. Ha sido, de nuevo, su belleza, secundada con sencillez de corazón, lo que ha generado el pueblo que todos han visto en Roma. ¡Gracias, amigos, por el testimonio que me habéis dado!
Os invito a fijaros en cómo ha estado el Papa entre nosotros y a retomar continuamente lo que nos dijo –prestando atención también a “cómo” nos lo dijo–. Por mi parte, quiero subrayar tres puntos:
1) el reconocimiento del origen personal del carisma: «El Espíritu Santo suscitó
en la Iglesia, a través de él [don Giussani], un movimiento, el vuestro, que testimoniara la belleza de ser cristianos en una época en la que iba difundiéndose la idea de que vivir el cristianismo es algo fatigoso y opresivo». Esto ocurrió en primer lugar en don Giussani, herido por el deseo de la Belleza. Su experiencia se ha convertido en método: «volver a proponer de modo fascinante... el acontecimiento cristiano»;
2) la confirmación de la permanencia del carisma en la experiencia del movimiento.
«El acontecimiento que cambió la vida del Fundador ha “herido” también a
muchísimos de sus hijos espirituales». Por ello, «Comunión y Liberación es una experiencia comunitaria de la fe... originada por un encuentro renovado con Cristo... [que] todavía hoy se sigue ofreciendo como una posibilidad de vivir de modo profundo y actualizado la fe cristiana». De esa continuidad da testimonio el cambio que obra en nosotros el mismo acontecimiento que cambió a don Giussani;
3) una renovada invitación a la misión: «“Id a todo el mundo a llevar la verdad, la belleza y la paz que se encuentran en Cristo Redentor”. Hoy yo os invito a seguir por este camino». Para responder a esta tarea el Santo Padre nos ha dado una preciosa indicación de método: esto sólo será posible «con una fe profunda, personalizada y firmemente arraigada en el Cuerpo vivo de Cristo que garantice la contemporaneidad de Jesús con nosotros ». Nos invita así a seguir un camino educativo en el que madure una fe tan profunda y personalizada «en total fidelidad y comunión con el Sucesor de Pedro y con los Pastores » que nos lleve a estar en la realidad «con una espontaneidad y una libertad que permitan nuevas y proféticas obras apostólicas y misioneras». De esta manera podemos colaborar con nuestro carisma, junto a nuestros Pastores, «para hacer presente el misterio
y la obra salvífica de Cristo en el mundo».
Pedimos todos juntos a la Virgen que nos haga dignos de esta tarea, sosteniéndonos recíprocamente en la súplica para que cada uno diga su “sí”, que será tanto más verdadero cuanto más conscientes seamos de nuestra desproporción.
Seguimos rezando por el Papa, testigo apasionado de Cristo ante nosotros.
Feliz Pascua de Resurrección.