Cara beldad

Luigi Giussani, Mis lecturas, Ediciones Encuentro, Madrid, pp 26-31
Luigi Giussani

En un momento de su vida, en un momento equilibrado y vigoroso, (...) Leopardi eleva su himno no a esta o a aquella mujer, no a una de las muchas mujeres de las que se había enamorado, sino a la Mujer, con la «M» mayúscula, a la Belleza, con la «B» mayúscula. Es el himno a aquella «amorosa idea» que cada mujer suscitaba en su espíritu: idea amorosa que llegó a vislumbrar, a intuir como una presencia real. Creo que bastará su lectura para sentirnos cautivados. Se titula A su dama. (…)
Fue al volver a leer este fragmento, con quince años, cuando se me hizo claro de pronto todo Leopardi, porque esta es una oración sublime. Me dije a mí mismo: ¿Qué es esta Belleza con «B» mayúscula, la Mujer con «M» mayúscula? Es lo que el cristianismo llama Verbo, es decir Dios, Dios como expresión, es decir, Verbo. La Belleza con «B» mayúscula, la Justicia con «J» mayúscula, la Bondad con «B» mayúscula es Dios.
Pues entonces, pensé, no sólo esta Belleza no ha desdeñado revestir la «sabiduría eterna» de carne humana, no ha rechazado «probar los afanes de funérea vida», sino que se ha hecho hombre y ha muerto por el hombre. Luego no es el hombre el «ignoto amante» de ella, sino que ella, presente en esta tierra, es amante desconocida del hombre.
El genio siempre es profeta y, de hecho, esta es una profecía –en el sentido literal del término– de la Encarnación.

De mirarte viva,
ninguna esperanza me queda;
[…] Ya apenas al abrirse
de mi jornada incierta, oscura,
viajera en este árido suelo
te imaginé


Este es el mensaje cristiano: la Belleza se hizo carne y experimentó «en caducos despojos / […] los afanes de funérea vida».
«Vino a su casa, y los suyos no le recibieron» (cf. Jn 1,11), dice San Juan en su Evangelio: «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron».
«Si una de las ideas / eterna eres tú»: este es el grito natural del hombre, es el grito del hombre inspirado por la naturaleza, es el grito, la oración del hombre para que Dios se haga su compañero y se convierta en experiencia, mil ochocientos años después de aquellos acontecimientos.

Si una de las ideas
eternas eres tú, a la que de sensible forma
no vistió la sabiduría eterna,
ni en caducos despojos, lúgubre,
probó los afanes de funérea vida;
o si otra tierra en sus elevados giros,
entre mundos innumerables te acoge;
y más bella que el sol próxima estrella
te ilumina, y más benigno éter respira;
de aquí, donde el vivir es triste y breve,
de ignoto amante este himno recibe.


El mensaje cristiano se encierra en esta estrofa de Leopardi.
El mensaje del poeta es, por tanto, poderosamente positivo; de manera objetiva y no forzada por mí en cuanto creyente.
Siendo la expresión del genio humano, no puede sino ser profecía.